Tus brazos

El viaje había terminado. De pronto todo lo que vivimos era algo que se convertía rápidamente en pasado. Un pasado que ya sólo iba a vivir en nuestras mentes como un bello recuerdo.

- Llevatelo - dijo sonriendo dandome las llaves de su amado auto. Todavía y después de todas sus atenciones me dejaba conducir su auto. Bella y con un gran corazon.

El regreso fue rápido, ya me había prendido el camino. Ella se recargó en mi hombro y al poco rato se quedó dormida. Tenía miedo de moverla y que se levantara con un sobresalto. Conduje lo más despacio que su auto me dejaba, pero las suspenciones me dejaban ir tan rápido sin un movimiento brusco, así que no importó la velocidad.

Llegué a su gran edificio. Quería llamarle y decirle que ya habíamos llegado. Empero decidí hacer su cabeza a un lado, salir y llevarmela en brazos. Ella, como si fuera automático, paso sus brazos por mi cuello y me hizo todo más fácil.

Pasamos por la recepción y nos miró el portero.

- Se quedó dormida en el camino - le dije y él me dio la llave para pasar haciendo el menor ruido posible.

Subimos el elevador y no pude evitar mirarla dormida, tan en paz, tan bella.

Tomé la llave y abrí la casa. Limpia y con esa esencia Aston. Sonreí, cerré la puerta con el pie y me dirigí a su habitación.

La dejé en su cama y sentí que eso la despertó, pero no abrió los ojos y siguió jalándome para que la acompañara. Mi instinto me lo pedía. Quería acostarme con ella, dormir abrazados y no soltarla más.

Pero no era lo correcto.

- Descansa... - le susurré al oido, pero ella abrió ligeramente los ojos - vuelve a dormir - sonreí y me acerqué a sus labios besandola ligeramente. - duerme mi bella durmiente...

Sí, era obvio. La desperté en lugar de dormirla.

- Aun así creo que debes de descansar. Ambos estado cansados por el viaje - me frunció el entrecejo haciendo un puchero de berrinche de niña pequeña - está bien... aunque no es hora de que le llames a alguien - le mostré el reloj - ya es tarde

- ¿Y qué sugieres? - preguntó

Me puse a pensar...

- Lo que podemos hacer es... - levanté los hombros - buscar algo en el refrigerador

Ella sonrió y me dijo que ella no sabía cocinar.

- ¿y quien dijo que conocinarías tu? - le tomé la mano - anda, ven... te enseñaré algunos trucos de la cocina de la familia Freire

- Vamos, no seas tan perezosa señorita - Rachel se tiró de nuevo a su cama - no me obligues a que de verdad me lleve la cama a la cocina - se aferró a sus almohadas - tú lo pediste ¡eh!

Me acerqué a ella y le empecé a hacer cosquillas por su cintura ella seretorcía y reía sin parar pidiendome que me detuviera.

- Entonces ven - estiró los brazos como niña pequeña - un día voy a tener que dejar de consentirte - la tomé en brazos y así la llevé a la cocina. La dejé en la silla junto a la barra - iré por tus pantuflas - pero ella me sostuvo del brazo y me jaló a ella robandome otro beso. - Me estás malacostumbrando. Espera, voy por tus pantuflas - le di otro ligero beso y fui a su habitación.

La verdad es que no era ningún turbo, sólo la velocidad normal en la que voy. Supongo que para cualquiera eso parecería ser rápido. Me dio otro beso y no opuse.

- Bueno, comencemos.. primero veamos qué hay en el refrigerador... - lo abrí y me encontré una despensa poco surtida - No comes aquí ¿cierto? - lo negó - es malo, de vez en cuando es bueno hacerse algo uno mismo.

Tomé algunos huevos, un jitomate y queso. Los puse en la barra.

- El menú de hoy: omelette con jitomate. - Rachel frunció el entrecejo - bueno, es para lo único que hay en tu refrigerador.

Ella bajó de la silla y me puso buscó algo.

- No te vas a escapar de cocinar señorita Aston - pero ella volvió con un delantal - ¿"El mejor chef de NY"? no creo serlo, pero gracias.

Acercó sus labios muy cerca de los míos y abrí los ojos un poco decepcionado. Creí que me besaría de nuevo.

Aunque eso era ya ser muy exigente.

- Bueno, veamos, no sé cómo cocinaba tu hermano, pero yo soy un gran chef. Muchas veces he tenido que vivir solo y cocinarme a mi mismo, por lo que ya tengo experiencia.

Rachel volvió a sentarse y colocó sus codos en la barra mirándome atenta a ver qué hacía.

Fui a unos cajones.

- ¿Dónde está tu cuchillo? - Señaló otro cajón, saqué dos cuchillos. - te toca cortar el queso en trozos chicos, mientras que yo, batiré el huevo... ¿tienes batidora?

Se quedó pensandolo. Ni ella misma conocía su cocina.

Rachel se puso a cantar, sonreí. No tenía mala voz, pero yo no podía secundarla, yo sí tenía mala voz, de hecho lo mejor era que nadie la descubriera.

Lo que me sorprendió fue el grito que dio. Volteé a mirarla.

- ¿Estás bien? ¿Qué paso? - tenía tomado su dedo índice del cual brotaba sangre. - ¡Ay, Rachel! - le tomé la mano y la hice caminar al chorro del agua - ten más cuidado. - Asintió afligida - Lo siento mucho... no debí de haberte dicho que hicieras algo que no estás acostumbrada - cerré la llave y tomé una toalla limpiandole el dedo. Le dí un beso en dedo. - Ya estás bien - sonreí tratándo de calmarla.

- No, dime... - insití - ¿Qué es lo que ibas a decir? - pregunté tratando de que me dijera lo que pasaba por su cabeza.

Pero se negó.

- Dimelo o... - levanté los hombros - o te pongo alcohol en la herida - frunció el entrecejo sorprendida de mi advertencia - bueno, o te pongo a cortar también el jitomate - traté de parecer severo.

Abrí los ojos sorprendido de la petición de Rachel. Era bastante extraño para mi que me pidieran un beso... al menos tan directamente. Sólo que Rachel siempre tenía algo que me hacía caer.

Sin embargo, no me di cuenta que me quedé callado mucho tiempo, Rachel empezó a decir que lo que había dicho eran tonterías y se había puesto completamente roja.
Agunté la risa.

- ¿Te burlas de mi? - preguntó

- No, no puedo burlarme de una Aston - me malmiró - es que... pareces un jitomate - tomé el que teníamos en la mesa y lo puse a su lado - ¡ves!

Torció la boca y me volvió a malmirar. Se quiso ir al sentirse burlada, pero entonces la jalé a mi.

- Que caprichosa eres Rachel... - dije sin soltarla, le tomé la mano y acerqué mi rostro a ella. Nos dimos un beso apenas rosando nuestros labios... de pronto llegó un olor - ¿No huele a quemado? - pregunté y ella asintió. Giré la cabeza y vi que había dejado la sarten al fuego sólo con el aceite quemandose.

Fui a la estufa y la apagué.

- Lo siento...

Tuve que regresar a la cocina, no podía distraerme más. Rachel se convirtió finalmente en la espectadora. No estaba ni cortando ni cocinando, sólo me veía qué hacía y cómo lo hacía.

- Un día te vas a quedar sola, va a ser muy noche y no vas a tener a quien hablarle para que te haga de cocinar... - retiré el omelette de la estufa y lo serví en un plato - vas a tener que aprender a hacerlo sola - empecé a partir el omelette y le di una parte a Rachel.

Me quedé analizando la escena un segundo. Demonios hasta estaba sirviendole...

- Bueno, después de esto - recargué mis codos en la barra y empezamos a cenar.

Metí un pedazo de omelette a mi boca y me supo muy rico. Vaya que ya tenía hambre, y sabía cocinar y...

Escuché el lamento de Rachel seguido de su halago a la comida.

- Gracias - bajó la mirada al plato - ¿Qué pasa? - dijo que nada - Eso no es nada. De pronto te pusiste triste... ¿fue algo que dije?

Se quedó callada mirándome y apartando la mirada rápidamente.

- ¿Qué dije? - pregunté con el tenedor en la boca.

Hasta ese momento entendí su punto y sentí que había metido la pata de verdad. Después de lo que me contó de su hermano era obvio que lo que menos quería era quedarse sola de nuevo. ¡Vaya que soy tonto!

- En realidad, a lo que yo me refería es por si te llegaras a quedar enmedio de una isla desierta. ¿Vas a tener que esperar a que todos los que te ayudan lleguen por ti? ¡No! En ese caso sí vas a tener que aprender a hacer las cosas solita... - su rostro no mejoró - al menos hasta que te vaya a rescatar.

Levantó ligeramente el rostro y esbozó una sonrisa.

- Si un día te llegaras a perder tendría que buscarte por cielo, mar y tierra. No estaría bien si no supieras que estoy bien. Después de todo... soy tu heroe personal ¿no?