Ataque de Tristeza

-Es de mala educación hacer esto...- me dije a mi mismo en voz audible. Caminaba a unos metros atrás de Esme, ella no se había percatado de ello, sus pensamientos se dirigían mas bien a lo que veía, y de lo que escapaba.

Horas atrás...

Estaba en el bosque, caminando como sonámbulo entre los árboles, pensando en las cosas que pasaban y las que no podía resolver. Mi esposa, mi hija y mi familia, eso era todo mi mundo, mi pequeño gran mundo.
De pronto escuche una voz, era dulce y tierna, pero se oía angustiada y triste, no era una voz audible, era una voz del pensamiento. Solo repetía una palabra…"huir".. De manera constante y un poco aturdidora, pero eso repetía. Corrí fuera del bosque, siguiéndola apresuradamente, seguí su paso a distancia intentando no revelar mi intromisión. Sus pensamientos iban a una dirección, y me estremecí de ver la imagen que mostraba. Volterra.

Pase minutos siguiéndola sigilosamente, caminando lo suficientemente lejos para que no me oliera, o dudara, tanto fue mi temor que sin pensarlo me subí en el mismo avión que ella. Esme se miraba angustiada, enojada y un poco desconcertada, algo raro en ella.

Italia era igual de como recordaba, llena de olor viejo y a muerte, había muchos vampiros y muchos pensamientos caóticos. Recordé la última vez que había estado aquí, y como es que escapamos de de la muerte por muy poco, ahora Esme había decidido venir a este lugar, por su propia cuenta...

estaba un nublado, el sol se ocultaba por una fina capa de nubes, en cualquier momento el sol saldria y aunque pareceria una persona normal, me debilitaría bastante, seguramente el escandalo de ver a un mujer casi desmayada a mitad de la plaza de Volterra seria un caos, sonrei con tristeza, ahora entendia bien lo que había sufrido Edward, aunque al parecer, mi razón de estar ahi, era vacia y sin razón, pero queria estar ahi...

Mire el sol, un rayo de luz colado entre las nubes que caía sobre la piel de Esme, ella caía y su piel brillaba atrayendo a los transeúntes. Era como lo que había planeado para mi mismo cuando buscaba la muerte, pero en definitiva Esme no la buscaba. -

Esme.- dije en voz alta. La plaza estaba llena de gente, y era posible que no me escuchara. Me moví entre los peatones rápidamente sin llegar a llamar la atención de nadie.

Llegue al lado de Esme, y la tome del brazo llevándomela a un lugar cubierto. Su mente estaba revuelta y pero al verme me reconoció al instante.

-Hola Esme…

Pensé que debía regañarla, me sentía enojado y asustado por lo que hubiera podido pasar. Pero también me sentí muy aliviado de tenerla en brazos. Esme estaba bien, físicamente hablando, en cuanto a sus emociones seria otra cosa. Los pensamientos de Esme mostraban culpa y dolor, me pedían disculpas y entre todas las palabras una frase se repetía sobre todas. “Lo lamento tanto”…

Abrase a mi mama con la misma fuerza que su mente me exigía. Ella temblaba y se estremecía sin poder soltar una sola lagrima. Me abrazaba con desesperación y yo sabía por sus pensamientos que buscaba mi perdón.

-Tranquila Esme, estoy contigo.-le dije.

Ella asintió levemente entre mis brazos, y supe que poco a poco comenzaba a calmarse. Le levante la cara para mirarla a los ojos, observe que estaba débil y aun más pálida de lo normal. Ya había dejado de temblar pero aun se estremecía un poco.

-Yo lo siento aun mas Esme, se que por mi culpa estas sufriendo, perdón.-le dije y ella pareció comprender que era sincero.

-Ven, debemos ocultarnos del sol y debemos caminar lejos de esta gente, caminemos Esme.- agregue y me puse en pie. La tome de la mano y sonreí para confortarla

-No te atormentes Esme… sé que no es tu culpa, digamos que son las circunstancias…

Caminaba con paso desgarbado, sosteniendo a Esme por la cintura y guiándola entre una multitud que nos veía pasar extrañados. Huíamos de la luz de sol, y esa actitud nos delataba a la muchedumbre. No disfrutar de un momento tan esplendido casi era una grosería.

-Esme, tranquilízate, no te atormentes así, no son niñerías, es lógico que te sientas tan mal, sin apoyo de tus hijos y solo agravando la situación.- me detuve en seco. La agarre por los hombros.-Eres una madre excepcional, sin ti nuestra familia estaría acabada. Te necesitamos.

Le di un fuerte abrazo, y le volví a pasar el brazo por los hombros. Seguimos caminando observando las construcciones. Oliendo la vieja esencia de la muerte. Trate de no sentir un escalofríos por la nuca, este lugar era peligroso. Me concentre en mi mama y seguí caminando tratando de relajarme.

-¿Mejor?- pregunte tras unos silenciosos momentos.

Estábamos parados frente una catedral de piedra caliza pero mediterránea, casi color tierra.

-Debemos entrar

-Jajajaja!..

Pese a lo peligrosa y tétrica situación, no pude evitar sonreír ante los pensamientos de mi mama, Esme estaba asustada y sus pensamientos solo podían ser de culpa.

-¿Qué piensas que has hecho, que merezcas asilo Esme?.- pregunte aun sonriendo.

Tome la mano de Esme entre las mías, la dirigí al frente, al altar para ver más de cerca el grado de perfección de los artistas que la tallaron. Caminábamos ahora mas sueltos, el sol había quedado atrás y la fuerza volvía al cuerpo de mi madre. Aun así, pase un brazo por su cuello y la abrase junto a mí.

-Si ocupas abogado, te conseguiré el mejor.-

Puse un dedo sobre su cara, le di un beso en el cabello y seguimos caminando hasta llegar al altar, un Cristo crucificado nos veía con benevolencia, y su madre a un lado con un poco mas de nostalgia.

-Puedes pedir perdón Esme, creo que Dios no te lo puede negar.